El Señor es mi pastor, nada me faltará… Yo soy la puerta; quien entre por mí se salvará.
Este cuarto domingo de Pascua la liturgia nos presenta la figura del buen pastor.
Cuando el pastor David (luego Rey David), escribió el canto que más tarde se designaría como el Salmo 23, quizá no se imaginaba lo mucho que afectaría a la humanidad.
¿Por qué este Salmo ha llegado a ser tan conocido? porque, en lo profundo de nuestro corazón, todos sabemos que somos como las ovejas. Y el consuelo que podemos derivar de sus expresiones, es tan consolador como si nuestro propio Pastor Jesucristo, nos llevara en sus brazos.
La Biblia, frecuentemente, se refiere a los cristianos como ovejas. Consideremos algunos hechos concernientes a las ovejas y pensemos cómo se pueden aplicar a nosotros: “Somos su pueblo y ovejas de su rebaño” Salmo 100, 3. Quiero compartir esto con ustedes mis amigos y hermanos…
No nos halaga que nos comparen con las ovejas. Podemos escoger ser orgullosos y cerrar los ojos a la verdad o volvernos a nuestro Pastor en dependencia amorosa, seguro de su cuidado y amor constante.
En este día oremos por nuestros sacerdotes, los pastores que Dios nos he dejado para que nos guíen en nuestro caminar en la fe.
Para Jesús, somos como un rebaño de ovejas, y él es nuestro pastor (Hebreos 13:20)
P. Milhton Scarpetta.